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Abril DE 1999
Volumen DIECISÉIS
Número Dos

Information about "The NA Way" and Authors Release Form

Polémica sobre
una convención
Table Of Contents

Fomentar el crecimientode la confraternidad

Editorial

¿Así que quieres cambiar NA?

Crecer y cambiar

NA en Sudáfrica

Algo para todo el mundo

Un llamamiento para una mejor comunicación

Cuando un camello...

Reuniones en la isla,
convenciones de NA

Polémica sobre una convención

Cartas de los lectores 
Todos juntos

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Nuevos productos de la OSM

Historieta: «Grupo habitual»
 
 
 
 

 

Hace poco participé en una convención para mujeres en recuperación en NA. Supongo que podría llamarla una convención de «interés especial». Era la primera de este tipo que se celebraba en mi región. Ese evento surgió de una conciencia de grupo de una reunión de mujeres de nuestra área. Acudieron a la convención unas setenta y cinco mujeres. Fue todo un éxito. No participé en la organización; sólo fui una asistente.

Me enteré de este acontecimiento a pesar de los esfuerzos para que no se anunciara. Evidentemente causó polémica a nivel regional incluso mucho antes de que se celebrara. Un representante de área decidió que era una violación de nuestras tradiciones y tiró los folletos a la basura. En nuestra confraternidad las malas noticias circulan rápido, así que me enteré de la convención sin folleto.

Cuando llegué, hablé con algunas de la mujeres del comité de la polémica que la convención había provocado en mi área. Me enteré de que no sólo había sucedido en mi área, sino también en otras áreas, reuniones e incluso en casas de algunos miembros que viven en pareja. Conocí a una mujer que me contó que su novio la había amenazado con dejarla si acudía a la convención. Ella fue y él se largó. Me asombró que tanta gente estuviera molesta.

Me parece importante compartir con todos sobre esta convención. Estaba muy confundida con la idea de que una convención de mujeres fuera contra nuestras tradiciones. No sabía muy bien si creerlo o no. Hablé con mi madrina y con otros miembros de NA.

Las cosas que oí no tenían mucho que ver con cuestiones de género. Tanto hombres como mujeres me decían lo mismo. La adicción no hace discriminación por cuestiones de edad, raza, sexo, cultura, nivel social, religión o falta de ésta. Por lo tanto, estos encuentros no deberían tener lugar dentro del contexto de NA.

Había leído en nuestra literatura que los principios espirituales no son conflictivos entre sí; por lo tanto, no generan polémica. Estaba confundida. A lo mejor esa convención de mujeres no era correcta.

Hace cinco años que estoy en recuperación. El padrinazgo es un ingrediente fundamental en mi recuperación. No podría hacerlo sin ese ingrediente. De ninguna manera. Nuestra literatura nos sugiere que la persona que nos apadrine sea del mismo sexo. Entonces, habría que considerar el padrinazgo como de «interés especial».

Durante los primeros dieciocho meses de mi recuperación me apadrinó un hombre. Claro que era una tapadera. Tenía un padrino que era mi novio. Él llevaba ocho años limpio y para mí era Dios. En aquel momento no tenía suficiente honestidad ni un poco de sentido común para darme cuenta.

Sólo cuando tuve una madrina experimenté la auténtica naturaleza del padrinazgo. Me mostró el camino para una relación con un Poder Superior, en lugar de convertirse en mi Poder Superior. Me trasmitió lo que necesitaba para mantenerme limpia y en recuperación. Me enseñó a ser una mujer, a inspirar respeto, a tener confianza  y dignidad. Aprendí lo que era un poco de humildad. Compartí con ella mis secretos más profundos. Probé el sabor de la recuperación. Me gustó tanto, que quise más y más. Eso fue lo que hizo que me quedara en NA. Mi novio y yo rompimos un año más tarde. Me quedé con el corazón roto y  una gran desilusión. Gracias a Dios que sabía adónde acudir y qué hacer.

Me dieron mi primer llavero de bienvenida en un grupo de mujeres. Durante mis primeros años limpia, mi grupo habitual era de mujeres. Las compañeras de ese grupo me apoyaron durante todo el proceso. Me asustaba mucho compartir en grupos mixtos de la forma en que lo hacía en mi grupo habitual. Los hombres me daban miedo. Ese grupo fue mi tabla de salvación. Ni se me cruzaba por la cabeza si era «políticamente correcto» o no asistir a esa reunión. Me agarré a ella como a un bote salvavidas. Y me salvó la vida.

Hoy en día, en mi grupo hay hombres y mujeres. En un determinado momento me di cuenta de que tenía que aprender a vivir con hombres si quería funcionar en el mundo real. Gracias a Dios que hay reuniones mixtas. También aprendí que odiar a los hombres no era la manera, que atacar a los hombres no me llevaba a ninguna parte. Sólo me llenaba de ira y me hacía sentir una víctima.

La polémica en torno a la convención de mujeres me afectó porque no puedo negar mi raíces en NA. Tampoco puedo negar el valor del padrinazgo entre personas del mismo sexo. Para mí, es la única manera. Al mismo tiempo, no quiero participar en nada que divida a esta confraternidad. Sólo puedo compartir mi experiencia y, espero, desmitificar la convención de mujeres.

Primero que nada, que nadie piense que era una convención para atacar a los hombres, sino sólo para celebrar nuestra recuperación con otras mujeres. Además, no es la única convención que se ha celebrado en nuestra región este año, sino que ha habido unas diez, y las demás estaban abiertas a todo el mundo. O sea, que nadie se ha visto privado de la experiencia de una convención. No es tan diferente de lo que ya existe en muchas áreas: una reunión de mujeres una vez por semana entre muchas otras reuniones de NA.

Mi experiencia en la convención de mujeres fue extraordinaria. El sábado a la noche, bailé por primera vez en recuperación. Me sentía a salvo porque sólo había mujeres. Hubo una reunión sobre sexualidad. La atmósfera fue muy íntima y la experiencia poderosa. Ese fin de semana, celebré ser mujer en recuperación y di alimento a mi alma. No sólo quiero aprender a ser un ser humano, sino también a ser una mujer; y eso únicamente puedo aprenderlo de otras mujeres. Ese encuentro nos dio la oportunidad para fortalecer las relaciones entre mujeres y eso hace que también se fortalezca el padrinazgo.

No es mi intención provocar más polémica. Simplemente estoy agradecida por el privilegio de compartir mi experiencia, fortaleza y esperanza. Soy sólo un puntito en el gran arco iris de colores que forma NA con todos sus miembros. No soy una autoridad fundamental en nada; lo único que tengo es mi experiencia.

Me entristece ver a otros adictos reaccionar a estos encuentros por miedo o ignorancia. Para mí, una actitud negativa hacia lo que otros adictos hacen para fortalecer su recuperación sólo demuestra una falta de fe en el Poder Superior que gobierna a esta confraternidad.

Julie V., Quebec

 
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