Table
Of Contents
Fomentar
el crecimientode la confraternidad
Editorial
¿Así que quieres
cambiar NA?
Crecer y cambiar
NA en Sudáfrica
Algo para todo el mundo
Un llamamiento para una mejor
comunicación
Cuando un camello...
Reuniones en la isla,
convenciones de NA
Polémica sobre una
convención
Cartas de los lectores
Todos juntos
Todos pertenecemos:
Respuesta al artículo
Respuesta al artículo
Imagínatelo
Nuevos productos
de la OSM
Historieta: «Grupo
habitual»
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Hace unos años, cuando
hacía servicio en el comité ejecutivo de mi área,
después de cada reunión de área, algunos nos quedábamos
charlando y haciendo un repaso. Nos quejábamos de lo conflictivo
y beligerante que era un RSG, de que la mitad de los RSG después
de recoger la literatura y los folletos de las actividades se iban, de
la falta de preparación constante de algunos coordinadores de comités,
de las mociones medio cocinadas y los rompecabezas parlamentarios que eran
una especie de droga para todos. No lo hacíamos sólo por
protestar ni era sólo una impresión; cualquiera que haya
hecho servicio sabrá que son cosas muy comunes. En todo caso, además
de hablar del problemas, también tratábamos de encontrar
las soluciones. Proponíamos diferentes cosas —no repartir los pedidos
de literatura hasta después de los asuntos nuevos, cambiar el orden
de los temas, preparar modelos para hacer los informes de los comités,
ponerle un bozal al «don Rabia» de turno (es una broma)—, y
siempre llegábamos a la misma conclusión: podíamos
poner algunos parches, pero nada cambiaría de verdad hasta que la
gente empezara a tener un poco más de tiempo de abstinencia y recuperación.
También recuerdo que
me impresionó mucho en el transcurso de los años enterarme
de algunas de las cosas que los padrinos le hacían o le pedían
a sus ahijados. Hubo quien me contó que su padrino lo «despediría»
si decidía hacer psicoterapia. He visto padrinos invertir mucho
tiempo y enormes sumas de dinero en sus ahijados —con condiciones, y, por
supuesto, la rabia y el abandono subsiguientes cuando el ahijado no cumplía
correctamente con el compromiso—. Pero, sobre todo, he visto padrinos comportarse
como el progenitor más autoritario y crítico, capaz de mandar
directamente a cualquier hijo al diván de un psiquiatra. ¡Qué
vergüenza! Igual que después de las reuniones de área,
hablábamos de todo eso con mis amigos, y, otra vez, acabábamos
diciendo lo mismo: que no iba a haber cambios significativos hasta que
tuviésemos más gente que hubiera trabajado los pasos para
hacer de padrinos/madrinas.
Por último, pero no
menos importante, recuerdo que hace unos años, todo el mundo parecía
muy preocupado por el tema de los prejuicios en nuestra confraternidad.
Todas las convenciones a las que asistía tenía un taller
sobre el asunto. No paraba de oír historias espantosas sobre áreas
y regiones que se dividían por cuestiones raciales. Y, por supuesto,
cuando tomé conciencia del problema, vi bastantes ejemplos de racismo,
sexismo y homofobia. Como la gran mayoría tenemos buenas intenciones
(lo creo de veras), queríamos, como confraternidad, eliminar los
prejuicios de nuestro medio, con toda su carga desagradable. Por lo tanto,
escribimos artículos y los presentamos en las conferencias. Hablamos
de cambiar las referencias a Dios de nuestros pasos para que el género
fuera neutro. Y, como ya he mencionado, invitamos a compartir en los talleres
de las convenciones a los miembros que habían sufrido el aguijón
de los prejuicios. Después de todo eso, vimos que llegábamos
a las conclusiones que ahora conocemos tan bien: nuestros actos eran un
reflejo de nuestra recuperación, y cuando nuestra recuperación
se fortalecía, las cosas cambiaban.
¿Quieres que NA crezca?
¿Quieres que se haga realidad nuestro sueño de que ningún
adicto tenga que morir sin haber tenido la oportunidad de encontrar una
forma de vida mejor? Puedes logrado. Lo único que tienes que hacer
es trabajar en tu propia recuperación.
Gina L.,
California
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